A 70 años del Golpe de Estado contra el gobierno de Juan D. Perón
Por Laura Valdemarca, historiadora
Vivir y dejar vivir/ No importa cómo todo termine/ Estos perdidos bajo el cielo/ yacen como amigos/ Perdonan los odios/ No importa cuánto odiaran/ Por la vida separados/ Y por la muerte unidos. Tumbas. El Alamein – John Pudney
Entre el 16 y el 19 de septiembre se registraron, en todo el país, 156 víctimas mortales: 107 en Córdoba; 28 en Buenos Aires; 16 en Ensenada; y 5 en Santa Fe, de las cuales 4 se informaron en Rosario y una en Reconquista.
Corría 1955 y precisamente en la madrugada del viernes 16 de septiembre, la Escuela de Artillería atacó a la Escuela de Infantería como primer capítulo del Golpe de Estado acuñado en Córdoba. Entre los primeros fallecidos hubo un hijo de esta ciudad, Luis, hijo del intendente Luis Héctor Peralta elegido por el voto el 25 de abril de 1954. Para el padre, comenzó un derrotero doloroso y angustiante buscando a su hijo, para encontrarlo, finalmente entre las víctimas fatales de aquel ataque.
Para la ciudad de Córdoba comenzaron las tomas de radioemisoras para evitar la difusión de noticias oficiales; las detonaciones de puentes que unían Alta Córdoba con el Centro para evitar el paso de los refuerzos leales; las redadas contra peronistas por parte de comandos civiles armados que en nombre del Cristo Rey salían a cazar a sus propios vecinos y la resistencia de la Policía que defendía el Cabildo y al gobernador Lucini, de la amenaza de muerte que le había hecho el cabecilla Videla Balaguer.
Mientras tanto, el líder golpista Eduardo Lonardi, buscaba a veces con éxito y otras sin él, el apoyo de los oficiales de la Aviación y del resto del Ejército. En Buenos Aires y Entre Ríos, el almirante Rojas y el general Aramburu esperaban los resultados de las maniobras de Lonardi para decidir su participación en el ataque a la democracia.
Cuando la ciudad de Córdoba era un campo de batalla descontrolado, el gobernador decidió venir a Alta Gracia para reorganizar a las fuerzas leales a la Constitución mientras esperaba órdenes de Buenos Aires. Nuestra ciudad se volvió un lugar clave para la defensa de la democracia porque además de la Policía, el gobernador contaba con el apoyo del general Morellos del Grupo de Artillería 141 de José de la Quintana y, destruida la Estación Alta Córdoba, las tropas movilizadas desde Catamarca, Salta y La Rioja llegarían a Alta Gracia por Punilla.
Sin embargo, Alta Gracia quedó en una encerrona, era la capital provisoria de la provincia y de la defensa de la democracia pero los ataques aéreos no dejaban entrar ni salir de la ciudad a las tropas. Morellos, cuyo objetivo era acabar con los golpistas de la Fuerza Aérea, fue ametrallado en el camino de Falda del Carmen. Tampoco se permitía que llegaran los refuerzos por la ruta provincial 5, ni por Despeñaderos; los aviones de reconocimiento informaban y los de ataque, inmediatamente disparaban contra las tropas leales.
Las metrallas también impactaron en la sede municipal y el edificio adyacente, por entonces el Hotel Plaza, hoy Paseo del Virrey, donde aún perduran esas marcas. “Hubo fuego desde aviones”, nos dicen los testigos y esos impactos pudieron ser “por disparos de una 38 desde unos veinte metros de distancia con bala explosiva; de no ser esto podría ser de un Mauser de los antiguos que también se usaban y circulaban. El Mauser es un arma de guerra y el 38 no es un arma común. También podría ser un fuego aéreo con ametralladora de calibre 765, se trata de un proyectil muy poderoso” expresa un militar que analizó las marcas. “Disparaban desde el primer piso de la Estancia y en el patio, había soldados heridos”, nos dice otro testigo.
Fuego cruzado, toque de queda, la sirena de la cantera sonando fuera de hora avisando de los ataques aéreos y altagracienses aterrorizados, que se refugiaban en los montes cruzando el Chicamtoltina.
Este primer capítulo terminó cuando el almirante Rojas, impaciente con Aramburu anunció que, desde el 18 de septiembre estaba bloqueada la costa bonaerense y que comenzarían los bombardeos a las principales ciudades. Cumplió su promesa. En la madrugada del 19 de septiembre el crucero ARA 9 de Julio bombardeó uno de los barrios de la ciudad de Mar del Plata. En las otras ciudades amenazadas, Bahía Blanca, Ensenada y La Plata, la población huía buscando refugio lejos de las costas. El máximo objetivo era atacar la Capital Federal, donde los recuerdos del horror y las trescientas víctimas fatales del bombardeo sobre la Plaza de Mayo, el 16 de junio de 1955, estaban más que frescos.
Durante cinco días, entre el 16 y el 21 de septiembre las tropas leales a la Constitución resistieron a los insurrectos. Pero la amenaza de Isaac Rojas de seguir bombardeando las ciudades costeras fue lo que decidió al presidente Perón a presentar una nota solicitando el cese al fuego y las matanzas, pero tomada por los golpistas como su renuncia.
Y comenzó la dictadura.



Fue tan importante la participación de nuestra ciudad en la resistencia al golpe de estado de 1955 y en la defensa de la Democracia que en fecha 14 de abril de 2025 con expediente número 890/25 solicitamos a nuestras autoridades que se preserve y señalice lo que queda de aquella defensa: los muros con los cuatro impactos de proyectil con arma de guerra. Más allá del paso del tiempo y de los nuevos proyectos urbanísticos, estas cicatrices nos recuerdan cuán necesarios son el respeto y la tolerancia para convivir democráticamente.
Lamentablemente se vienen postergando las decisiones municipales pero somos muchos los vecinos y vecinas que valoramos nuestro sistema democrático y apreciaríamos que lo vivido en aquellos días se vuelva visible y forme parte de nuestro patrimonio histórico.



















